Podemos definir “Cuidados Paliativos” (CP) como el cuidado total de los pacientes (y sus familiares) por un equipo multidisciplinar, cuando la enfermedad no responde al tratamiento curativo. La meta de los CP es mejorar la calidad de vida y confort de los enfermos terminales mediante el control de síntomas, apoyo emocional, social y espiritual por un equipo multidisciplinar. Mediante los cuidados paliativos, debemos buscar un tiempo positivo para las relaciones humanas y la satisfacción del enfermo.
Paliar viene del latín palliare, pallium, capa y significa tapar, encubrir, disimular la violencia de ciertos procesos, mitigar y moderar el rigor o la violencia. A medida que la enfermedad va progresando, van cobrando más relieve en la atención médica otros objetivos: paliar los síntomas y las secuelas, cuidar al enfermo, hacerle más llevadero el curso de la enfermedad.
Está demostrado que la actividad física tiene importantes beneficios para la mejora de la salud psicológica y física, en general de la población, pero además el beneficio no sólo se circunscribe a personas sanas sino también a los pacientes con enfermedades crónicas como el cáncer. Este beneficio se extiende a todas las fases de la enfermedad oncológica, incluida la fase de cuidados paliativos. En este contexto de pacientes, Abadía ha demostrado en su Tesis doctoral, que los síntomas que más se pueden beneficiar del ejercicio físico son la astenia, la disnea y el mantenimiento de la independencia funcional, según la medición mediante las escalas de Barthel.
Aunque podemos extrapolar como cuidados paliativos aquellos que se originan en cualquier fase de la enfermedad y no somos capaces de solucionar de forma definitiva (ejemplo, un linfedema crónico), nos vamos a ceñir a la relación entre la actividad física y cáncer en los últimos meses de vida de los pacientes. Otros aspectos serán tratados en diferentes capítulos de este libro.
Es posible catalogar la actividad física de diferentes maneras. Por un lado están ejercicios realizados por el propio paciente que a su vez podemos resumirlos en:
No existe consenso en general de las repeticiones y duración de los ejercicios en los pacientes oncológicos y mucho menos en los pacientes en cuidados paliativos. No obstante, como guía general, podemos considerar las recomendaciones mencionadas en el trabajo de Uclés que consiste en ejercicios aeróbicos moderados 3-5 veces por semana, 30 min al día. De resistencia 2-3 veces por semana en días no consecutivos y ejercicios de flexibilidad entre 2 a 7 días por semana, antes y después de los otros ejercicios, del cual ampliamos la información en el capítulo 11.
Por otro lado, está la rehabilitación con sus diferentes técnicas, que por las características del paciente, se desarrollará mayoritariamente en su domicilio o centro de cuidados.
La implementación de la fisioterapia y rehabilitación en la atención domiciliaria es fundamental para realizar una atención integral, mejorar la calidad de vida del paciente y de la familia y alcanzar una muerte digna. Los pacientes con cáncer pueden presentar un amplio rango de necesidades y disfunciones, incluyendo respiratorias, neurológicas, circulatorias, ortopédicas, músculo-esqueléticas y dolor las cuales pueden beneficiarse con el abordaje fisioterapéutico.
La fisioterapia está dirigida para optimizar el nivel de función del paciente, tomando en consideración la interrelación que hay entre lo físico, lo social y lo psicológico. El objetivo de la terapia es múltiple y ayudará tanto en las secuelas o daño de la enfermedad como de los tratamientos sobre el paciente.
El número de ensayos clínicos que han afrontado, de una forma empírica el estudio de la fisioterapia en los cuidados paliativos, es limitado y con bajo número de pacientes. Sin embargo, la mayoría coinciden en que los aspectos que más se pueden beneficiar son el dolor, la disnea, la autoestima y manera de enfrentarse a la enfermedad y el cansancio.
Es primordial la clasificación de los pacientes mediante escalas reproducibles. Junto con la ya mencionada escala de Barthel, hay que destacar la denominada escala E.F.A.T. (Edmonton Funtional Assesment Tool). La E.F.A.T. valora 10 funciones de los pacientes: comunicación, estado mental, dolor, disnea, equilibrio, movilidad, locomoción, actividades de la vida diaria (AVD), fatiga y motivación. Cada función se determina de 0 a 3 puntos como: 0 funcional, 1: disfunción mínima, 2: disfunción moderada y 3: disfunción severa. Permite conocer la situación del enfermo, los cambios evolutivos y la eficacia de los esfuerzos rehabilitadores.
Para hacer la prescripción del ejercicio debemos de considerar:
Hay que adecuar el ejercicio a la intención rehabilitadora y a cada paciente en particular.
Los principales objetivos fisioterapéuticos se van a traducir en mantener la función respiratoria y circulatoria, prevenir la atrofia muscular, los acortamientos musculares y las contracturas, ayudar al control del dolor y optimizar la independencia funcional. Para un logro más eficaz, se debe realizar una educación del cuidador e incentivar su participación. Además, es importante en todo el proceso la sintonía y confianza del paciente y su entorno en el equipo rehabilitador. Los modelos realizados han demostrado un mayor valor, sobre todo respecto al dolor, cuando se realizan de una forma continuada durante un periodo de tiempo largo.
Pero también existen factores que pueden afectar de forma adversa al desarrollo del programa de ejercicio. Los principales son:
Según la revisión realizada por Pérez- Castillo, las técnicas más efectivas son el ejercicio físico realizado de forma tanto individual como grupal, la relajación, la fisioterapia respiratoria y el drenaje linfático.
Los efectos positivos de la rehabilitación pueden ser en cierta medida cuantificables, así Yoshioka, en un grupo de 301 pacientes, describió que un 27% mejoraron el índice de Barthel, un 16 % alcanzaron una suficiente autonomía para el desarrollo de la vida diaria, un 88 % aumentó sus deseos de caminar o moverse y un 63 %, la consideraron efectiva globalmente, mientras que Orts y cols, consiguieron resultados considerados terapéuticos en 60,9% de 23 pacientes.
Si nos centramos en el dolor como síntoma, la rehabilitación tiene gran importancia en su manejo. Los fisioterapeutas tienen un gran papel en el tratamiento del dolor a causa de su experiencia en la evaluación biomecánica, el empleo de las terapias manuales, de ejercicios terapéuticos, el uso de electroterapia y de las diversas modalidades físicas. La fisioterapia es primariamente eficaz en el manejo del dolor óseo, de tejidos blandos y neuropático antes que en el dolor visceral. La fisioterapia en el tratamiento del dolor puede ser administrada mediante terapias manuales, técnicas no manuales (electroterapia, TENS, acupuntura, calor y frío), ejercicio moderado y técnicas de posicionamiento y relajación.
La electroterapia es muy útil en el tratamiento del dolor neuropático, óseo y dolor crónico. Si el dolor es crónico, se tratará de romper el círculo vicioso con un abordaje cognitivo conductual y otras intervenciones psicológicas como las estrategias de afrontamiento y la relajación. Estimular al paciente a movilizarse con ayudas apropiadas y a cambiar de posición regularmente puede reducir el dolor, la rigidez articular y el espasmo muscular causados por la inmovilidad.
No hemos encontrado estudios significativos en el paciente en situación final de la vida de terapias como la natación y los movimientos en agua, con mínimo impacto y baja resistencia que deben ser realizados bajo supervisión de un cuidador o monitor, aunque con las condiciones adecuadas podrían tener una orientación clara hacia la relajación muscular y actuar sobre contracturas y dolor.
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