ACTUALIDAD Y CONSEJOS DE SALUD
Internistas del Hospital Sanitas La Moraleja insisten en que usar mascarilla, lavar las manos y vacunarse son fundamentales en la prevención
Da comienza la campaña de vacunación contra la gripe en plena segunda ola de la pandemia por COVID-19 con la gran dificultad que afrontan los servicios sanitarios para diferenciar ambas enfermedades. Lamentablemente, no es intranscendente que padezcamos una u otra, o incluso las dos a la vez: la coinfección por ambos virus (influenza y SARS CoV-2) puede agravar la morbimortalidad, sobre todo en los pacientes de mayor riesgo. En este escenario, vacunarse contra la gripe puede ayudar por extensión a luchar contra la COVID-19. Si además se mantiene el estricto uso de la mascarilla y el frecuente lavado de manos, se podrá reducir la transmisión de las dos.
“Ambos virus tienen una sintomatología muy similar y ambos pueden ser transmitidos días antes de que empiecen los síntomas”, describe Olga Bravo, jefa de servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja. Tanto la gripe como la COVID-19 son enfermedades respiratorias. Los virus que las provocan pueden contagiarse durante 1 a 2 días antes del inicio de los síntomas hasta entre 7 y 10 días después.
Tanto uno como otro pueden traducirse en casos asintomáticos hasta otros de extrema gravedad. Ambos pueden presentar fiebre con escalofríos, tos, disnea (sensación de falta de aire), astenia (cansancio), odinofagia (dolor de garganta), mialgias (dolores musculares) y cefalea (dolor de cabeza). “La mucosidad y el taponamiento nasal es frecuente en la gripe y, aunque este y otros virus respiratorios pueden producir cierto grado de anosmia, la COVID-19 la produce de manera muy frecuente, junto con la ageusia (pérdida de gusto y olfato)”, precisa María Martínez Colubi, médica internista del Hospital La Moraleja.
La gravedad se manifiesta también de manera muy similar: ambos virus pueden producir neumonía intersticial, miocarditis (inflamación del tejido miocárdico), encefalitis (inflamación del tejido neuronal), miositis (inflamación del músculo) y rabdomiólisis (ruptura del tejido muscular). En última instancia, pueden producir un síndrome de respuesta inflamatoria sistémica con fracaso multiorgánico y fallecimiento, aunque en la gripe con menor frecuencia.
La mayoría de las personas con gripe o con COVID-19 se recuperarán sin precisar atención médica, aunque deberán quedarse en casa y evitar el contacto con otras personas. Para estos casos, se indicará tratamiento exclusivamente sintomático mediante antitérmicos, analgésicos y mucolíticos, en algunos casos. Respecto a los pacientes de riesgo que desarrollen neumonía moderada /grave, Martínez-Colubi recuerda el tratamiento óptimo que existe hoy, a base de antivirales: “En el caso de la gripe, contamos con el fosfato de oseltamivir, el zanamivir y el peramivir. Para la COVID-19, solo disponemos de momento del remdesivir como único antiviral autorizado frente al virus”.
Ante el posible empeoramiento por gripe o COVID-19 y, sobre todo, si aparece disnea franca, dolor torácico opresivo o de gran intensidad, empeoramiento en el nivel de conciencia y/o hipotensión franca y/o saturaciones de oxígeno basales bajas, hay que acudir siempre al hospital.
La gran diferencia entre las dos enfermedades es ahora mismo la vacunación: “Gracias a las campañas anuales contra la gripe que se desarrollan en otoño, se puede conseguir controlar la infección”, afirma Bravo. Por ahora, esto no es posible para la COVID-19, aunque vacunarse sí puede contribuir a reducir el impacto de la actual pandemia, pues evitaría los riesgos atribuidos a la coinfección por ambos virus, señalados anteriormente.
La vacunación va dirigida a los pacientes de riesgo: niños de seis meses a 5 años, personas mayores de 60 años, pacientes crónicos con enfermedad respiratoria, cardiovascular, hepática o renal, diabéticos e inmunodeprimidos. También se deben vacunar las embarazadas, las personas que viven en residencias de mayores y, por supuesto, todos aquellos profesionales sanitarios que tienen contacto con alguno de estos grupos. “Evidentemente, este año más que nunca se debería realizar una campaña de vacunación de la gripe eficaz, haciendo especial énfasis en la concienciación de los grupos de riesgo”, subraya Martínez-Colubi.
Junto a la vacunación, el uso de la mascarilla, una costumbre inédita hasta ahora en la población general, puede ayudar a luchar contra ambas enfermedades: “La mascarilla es fundamental y es previsible que ayude a disminuir el contagio del virus de la gripe en la época estacional, dado que comparte el principal mecanismo de transmisión con el de la COVID-19”
Que sean muy parecidos no implica irrelevancia en el contagio por uno u otro virus, o incluso por los dos a la vez. Este último caso -es decir, una coinfección- puede ser especialmente peligroso en pacientes de riesgo, “ya que podrían elevar la morbimortalidad en estas personas que presentan patologías previas”, subraya la doctora Bravo.
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